1/9/39: Los nazis invaden Polonia

EFE.- El 1 de septiembre de 1939 los teletipos y las radios informaron lo que ya se daba por inminente: la invasión de Polonia por la Alemania de Adolfo Hitler. Harían falta seis años y 12 millones de muertos para que los cañones cesaran

Setenta años después de la invasión de Polonia por las tropas nazis de Adolfo Hitler, la acción militar que el 1 de septiembre de 1939 inició la segunda contienda global, la historia repasa sus propias páginas y encuentra borrones, enmendaduras y y varios textos por rehacer sobre los actores y su participación en la trama.

Polonia vive el aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial con muchas heridas aún abiertas y su condición de gran víctima cuestionada, después de que un documental de la televisión pública rusa revelase que el Gobierno polaco y la Alemania nazi firmaron en 1934 un pacto contra Stalin.

Los historiadores polacos han puesto el grito en el cielo y niegan esta acusación, que sorprendentemente situaría a Polonia dentro de una alianza secreta con el Tercer Reich y Japón para acabar con los soviéticos, algo demasiado incómodo en un país donde la única realidad palpable es la desolación que dejaron tras ellos los ejércitos alemán y ruso.

Para Varsovia sólo hubo un pacto previo a la II Guerra Mundial: el tratado Ribbentrop-Molotov, firmado por Alemania y la Unión Soviética (URSS) en 1939, días antes de la invasión de Polonia, en el que ambas potencias acordaron el reparto del territorio polaco, tal y como sucedería posteriormente.

HITOS Y ATROCIDADES

Con alrededor de 60 millones de muertos y una tecnología armamentística sin precedentes, la II Guerra Mundial permanece como el conflicto más devastador de la Historia, en el que ambos bandos cometieron hitos de la atrocidad humana como el Holocausto o el lanzamiento de la bomba atómica.

``Me satisface mucho que hayan sido inventados los explosivos, pero creo que no debemos mejorarlos'', decía Winston Churchill. La Segunda Guerra Mundial, efectivamente, puso en duda las bondades del progreso al convertirse en un campo de pruebas del hombre para su propia barbarie.

Los resultados superaron la expectativas hasta casi llegar a la autodestrucción, y el propio Churchill acabaría escribiendo en su libro Wold War II sobre la decisión aliada de ejecutar los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki: ``Todos estuvimos de acuerdo de forma unánime, automática e incuestionable. Ni siquiera escuché la menor sugerencia de que debiéramos hacer otra cosa''.

Así resumía la instrumentalización de la técnica, que había sido apuntada por los filósofos de la Escuela de Francfort y cristalizada con escalofriante eficiencia en los campos de concentración implementados por los nazis. ``Una muerte es una tragedia, millones es una estadística'', sentenciaba, por su parte, Josef Stalin.

El exterminio sistematizado de 12 millones de personas (la mitad de ellos judíos) y la creación y porterior utilización de la bomba atómica siguen siendo las atrocidades más significativas del conflicto, pero no las únicas ocurridas entre el 1 de septiembre de 1939 y el 9 de septiembre de 1945.

Desde la invasión alemana de Polonia a la rendición formal de las tropas japonesas en China, alfa y omega del conflicto, se produjeron otras batallas sumamente cruentas, desde Stalingrado (Rusia) hasta Dunkerque (Francia) y Guadalcanal (Islas Salomón), así como bombardeos tan famosos como los de Dresde (Alemania) y Pearl Harbor (Estados Unidos).

Más de 70 fueron los países implicados agrupados en dos frentes: el Aliado, capitaneado por Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia, y el Eje, con Alemania, Italia --que luego cambió de bando a la caída y muerte de Mussolini-- y Japón como banderas protagonistas. Todo ello traducido en innumerables cicatrices históricas que, al día de hoy, siguen supurando.

El fracaso entonces de la Sociedad de Naciones alumbró --y ensombreció-- a su heredera, las Naciones Unidas; el Plan Marshall de recuperación de una Europa derruida se convirtió en pieza fundamental para la hegemonía económica estadounidense, y la creación del Estado de Israel en 1948 se traduce en uno de los principales focos de conflicto en el mundo actual.

OIDOS SORDOS

``Pensé de inmediato que el pueblo japonés, cuyo valor siempre admiré, podía encontrar en la aparición de un arma casi sobrenatural como ésta [la bomba atómica] una excusa que salvaría su honor y los eximiría de su obligación de hacerse matar hasta el último hombre. Además, así no necesitaríamos a los rusos'', argumentaba Churchill.

Por otro lado, sigue permaneciendo una crítica hacia la comunidad internacional que ya se hizo en su momento: la de hacer oídos sordos ante los primeros pasos de expansión nazi por su ``utilidad'' como freno para la pujanza comunista.

Los gobernantes franceses, cuando Hitler ocupó Renania en 1935, ``parecieron incapaces de tomar una decisión sin el apoyo de Gran Bretaña, lo cual podría ser una explicación pero no una excusa'', esgrimía ya en 1959 el político británico.

``No cabe duda de que el Estado Mayor hubiese obligado a Hitler a retirarse y es muy posible que hubiera resultado funesto para su mandato'', aseguraba Churchill.

By: NACHO TEMIÑO y MATEO SANCHO CARDIEL

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