El economista Máximo Luis Vidal caminó, dijo, discutió, propuso hasta el cansancio, que una parte de la caña producida por el país se convirtiera en alcohol, mezclarlo con la gasolina y disminuir el costo del combustible. Nunca le hicieron caso.
El dirigente político Juan Ducoudray Mansfield me contaba, en la redacción de El Nacional, que en Cuba se mezcló el alcohol de caña con la gasolina, durante la Segunda Guerra Mundial, como de ahorro ante escasez por la dedicación de los combustibles para el esfuerzo de guerra.
El ingeniero Ubito Roa del Rosario extrajo gas metano del vertedero de basuras de Guaricano y ni el Gobierno ni la empresa privada, invirtieron en una industria para procesar esos desperdicios y convertirlos en combustible.
La falta de visión de los gobiernos convirtió en tierras baldías las del Consejo Estatal del Azúcar, sometió al hambre a pueblos que antes vivían del cultivo y procesamiento de la caña, cuando pudo dedicar la gramínea a producir alcohol como combustible.
Resultaba más fácil importar y dedicar todo el dinero del mundo a la compra de combustibles.
El creciente consumo de derivados del petróleo debió ser un incentivo para fomentar el uso de energías alternativas tan conocidas como la del sol, que se usa desde siempre para secar ropa, preparar cecina, secar plátanos y producir excelente harina, aprovechar la energía de los vientos, de las aguas de ríos y canales.
Cuando se gobierna siguiendo la línea del menor esfuerzo, el país, mal conducido, se recorre un camino que conduce al caos o al abismo, el día menos pensado.
Se prefiere cobrar comisiones y favorecer amigotes del Gobierno con permisos de importación que matan la producción agrícola, pecuaria, maderera. No hay que olvidar: no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
Emborrachados por el baile de la danza de los millones, el Gobierno y sus funcionarios insisten en actuar de espaldas a las necesidades de los gobernados.
Un día sí y otro también, hay nuevos impuestos o el aumento de existentes y alzas en los productos de la dieta diaria.
Se gobierna para un reducido grupo de favoritos cuyos bolsillos fueron rotos por dinero mal habido, sin que haya la más mínima intención de investigar y castigar la corrupción.
Ahora los distribuidores dicen que sólo en un tipo de gasolina el Gobierno impone un sobreprecio de 49 pesos por galón.
El embajador de Venezuela reclama que se rebajen los combustibles cuyo precio se fija de manera ficticia y mañosa, tomando en cuenta el costo del petróleo en un mercado donde no compra.
Algún día habrá cárcel para tantos abusadores.
Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro.
www.maisongautreaux.net