Hoy amanecí, como seguramente deben amanecer muchos viejos, con el cuerpo un poco cansado. Y este cansancio no provenía del esfuerzo físico que pudiera haber hecho ayer, que no fue mucho. Si no en parte por mi edad y en parte por el calor. El calor, entre otras molestias, me baja un tanto la presión arterial. Y aquí debo decir, a Dios gracias, porque me dicen que la baja presión no mata. Bueno, creo que no tanto como la alta. Pero también con la baja presión pueden ocurrir accidentes.
Yo sé por experiencia que algunos antialérgicos fuertes, en personas de baja presión, pueden dar algunos sustos. Mi amigo Manuel, que es médico, me dice (para eso de la presión baja) que le agregue más sal a la comida y que tome mucha agua. Y eso estoy haciendo. Pero, no obstante la presión baja y el calor, yo sigo con mis diarias rutinas.
Pablo, el de la Epístolas, que pasó por Atenas en tiempos de las primitivas Olimpíadas, observó que cada uno de los atletas "se impone en todo una disciplina". Pablo, de un modo muy escueto, menciona a corredores y también a los de la lucha, pues dice, aplicando a su predica, eso que vio: " mis directos van a mi cuerpo, y lo obligo a que me sirva".
Y, pienso que en ésta algo olvidada Epístola está la clave para la auto disciplina: "obligo a mi cuerpo a que me sirva".
Es casi palpable que en muchas personas está ocurriendo todo lo contrario. Según parece, es el cuerpo quien pide, desea, ordena, ... y luego es complacido.
No era este el caso del viejo mariscal que es ya leyenda con su famosa frase título de esta descarga. El establecía muy claramente la diferencia entre él, su mente, su disciplina militar, y los viejos huesos y músculos de su cuerpo. Y reconocía la soberanía de su mente sobre aquel.
Por eso, al entrar en combate y sintiendo que su viejo organismo parecía impresionado por los tiros, siempre exclamaba: ¡Tiembla, viejo esqueleto, tiembla!
Un abrazo.
Tiberio
Por: JOSE T. CASTELLANOS.
Por: JOSE T. CASTELLANOS.