La Privatización de las Hidroeléctricas

Desde el año 550 antes de Cristo, el ser humano descubrió que en los cauces de los ríos podía construir presas capaces de almacenar agua para consumo humano y agua para irrigación de los predios agrícolas.

Y hace menos de un siglo que descubrió que también podía almacenar agua para la generación de energía eléctrica limpia y barata, ya que en los períodos de intensas precipitaciones pluviales los ríos son capaces de transportar grandes volúmenes de agua, que generalmente se pierden en el mar, pero que en los períodos de largas sequías los volúmenes transportados son tan pequeños que limitan la producción agrícola.

Basta recordar el comportamiento del río Nilo, en la época de los faraones de Egipto, pues para ese entonces la producción del trigo requerido para la alimentación del pueblo egipcio y sus esclavos hebreos dependía fundamentalmente del limo y de los caudales transportados por ese caudaloso río que recorre parte importante del continente africano hasta desembocar en el mar mediterráneo.

Sin embargo, hoy día, gracias a la construcción de la gran presa de Asuán, los egipcios disponen de suficiente agua para todos sus requerimientos básicos.

Los norteamericanos desafiaron la gran recesión económica de los años 30, y por encima de todas las adversidades económicas, sociales y climáticas, construyeron la gran represa Hoover, sobre el gran cañón del río Colorado, en el estado de Nevada, hidroeléctrica que posee el embalse más grande del país, y cuya producción de energía hizo posible el gran desarrollo de Las Vegas, Los Ángeles y toda su franja intermedia.

Los brasileños construyeron la majestuosa presa de Itaipú, sobre el inmenso río Paraná, en la frontera con Paraguay, la cual produce abundante agua para dos extensas regiones y tiene una capacidad instalada de 12,600 megavatios, produciendo 75,000 millones de kilovatios hora de energía al año, la cual es suficiente para cubrir las necesidades de grandes regiones en ambos países.

Los chinos han gastado toda una inmensa fortuna en la construcción de la hidroeléctrica de Las Tres Gargantas, sobre el caudaloso río Yang Tse, la más grande hasta ahora construida, con una capacidad instalada de unos 18 mil megavatios, pudiendo producir 84,000 millones de kilovatios hora de energía al año, aunque para ello fue necesario desalojar a millones de personas que habitaban en las márgenes de este extenso y caudaloso río que corre lleno de sedimentos arcillosos.

Los dominicanos nos iniciamos en la década de los años 50 con la pequeña presa hidroeléctrica de Jimenoa, cerca de Jarabacoa, seguida por la presa hidroeléctrica de Las Damas, en Duvergé, terminada en 1967; pero ya para finales de los años 60 el Presidente Balaguer decidió construir la presa de Tavera y la presa de Valdesia, las que fueron terminadas en 1973 y 1975 respectivamente.

A estas les siguieron la presa de Rincón de 1978 y las de Sabana Yegua y Sabaneta, las que entraron en operación en 1980 y 1981 respectivamente, la presa de Hatillo, la más grande del país, terminada en 1984, así como la presa de Bao concluida en 1984 y la presa de López-Angostura en 1987, donde Bao y López vinieron a sumarse a la presa de Tavera para integrar el maravilloso complejo de aprovechamiento múltiple del río Yaque del Norte.

En 1987 Balaguer inició la construcción de las presas de Jigüey y Aguacate para sumarlas a Valdesia y Las Barías y así completar el aprovechamiento múltiple del río Nizao; luego se construyeron las presas de Río Blanco y Monción, y ahora se ha concluido la presa de Pinalito, mientras están en la fase inicial de construcción las presas de Palomino, Las Placetas y Monte Grande.

No mencionamos la presa de Maguaca, terminada en 1978; ni la presa de Chacuey, concluida en 1979; porque ambas presas, construidas para riego, constituyeron dos grandes fracasos de la ingeniería dominicana, ya que la ausencia de buenos estudios geológicos y la falta de adecuada supervisión, motivaron que ambas presas tuvieran altos niveles de peligrosas filtraciones a través de sus estribos.

Las hidroeléctricas dominicanas tienen un valor superior a los 6 mil millones de dólares, una capacidad instalada de unos 500 Mega Watts, y aportan entre el 15 y el 20% de la energía total consumida por nuestro país (dependiendo del régimen de lluvias anuales), sin utilizar petróleo y sin contaminar el medio ambiente, energía que equivale a unos 1,670 millones de kilovatios hora por año, que a los precios actuales de comercialización equivalen a cerca de 6 mil millones de pesos al año.

Lamentablemente el beneficio directo de la comercialización de la energía producida por nuestras hidroeléctricas no llega a la población dominicana, sino que es transferido a la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales para cubrir parte del gran déficit operativo con que se maneja esa agujereada empresa estatal, digna de mejor suerte.

Y esos grandes volúmenes monetarios producidos por las centrales hidroeléctricas dominicanas constituyen la razón por la cual el sector privado local, con el apoyo de organismos crediticios internacionales que tienen oficinas en el país, han tratado desde hace más de una década de privatizar las hidroeléctricas dominicanas, con la complicidad de funcionarios que buscan que todos los bienes del Estado sean entregados alegremente a un sector privado voraz, cuyo apetito económico por los bienes estatales no se sacia, sector que cada día quiere más y más, sin importar nada más.

La ciudad de Santo Domingo recibe diariamente unos 140 millones de galones de agua desde la presa de Valdesia, mientras la ciudad de Santiago de los Caballeros recibe cerca de 90 millones de galones de agua al día desde la presa de Tavera, Moca recibe unos 34 millones de galones de agua al día desde la misma presa de Tavera y las comunidades de la línea noroeste reciben unos 57 millones de galones de agua al día desde la presa de Monción, a lo que sumamos que los canales Marcos A. Cabral, Nizao-Najayo, Ysura, José Joaquín Puello, Ulises Francisco Espaillat y otros, irrigan grandes extensiones de tierras agrícolas gracias a las aguas almacenadas en nuestras presas, todo lo cual sería imposible de lograr a partir del momento en que el sector privado logre asaltar los complejos hidroeléctricos dominicanos.

Aunque está claro que el código del agua establece que la prioridad uno en el uso del agua es el consumo humano (acueductos), la prioridad dos es el suministro de agua para irrigar las tierras que producen alimentos y la prioridad tres es la hidrogeneración, el sector privado, con su desmedido afán de lucro incontenible e insaciable, cambiaría esas prioridades y priorizaría el uso del agua para la producción de energía hidroeléctrica, aunque la gente se muera de hambre y de sed, o aunque la gente muera por inundaciones como la ocasionada por el mal manejo de la presa de Tavera, el 12 de diciembre de 2007, cuando la Empresa Generadora Hidroeléctrica Dominicana (EGEHID) se negó a abrir preventivamente las compuertas, tal y como habíamos sugerido oportunamente desde la emisora Z-101, ya que para la EGEHID el agua almacenada para la hidrogeneración tenía más valor que las vidas humanas de los residentes en las márgenes del río Yaque del Norte, pues la única prioridad de la EGEHID es la producción de energía hidroeléctrica, y nada más.

La capitalización de las plantas térmicas dominicanas, entregadas al sector privado en el año 1999 por el primer gobierno de Leonel Fernández, ha sido un rotundo fracaso, y nadie asume la responsabilidad penal por semejante atraco al patrimonio nacional, y lejos de retornar esas plantas a su legítimo dueño, que es el pueblo dominicano.

El sector privado ha colocado su mira en las presas hidroeléctricas y en las líneas de transmisión, y se mantiene al acecho, esperando el mejor momento para dar un zarpazo mortal contra esa parte importante del patrimonio estatal, aunque eso sería muy difícil de lograr, pues ya el pueblo dominicano está despertando de la hipnosis a la que ha sido sometido por un gobernante que nos puso a dormir con los bellos encantos de las dulces promesas de la mejoría del sistema eléctrico, pero que al despertar, nos hemos encontrado con que sufrimos las más terribles pesadillas eléctricas con descargas de rayos y centellas.

Si el sector privado quiere participar en la hidrogeneración tiene la oportunidad de asociarse con el Estado para invertir sus propios recursos en la construcción de nuevas presas y contraembalses.

Óigase bien, nuevas presas y contraembalses, ya que tampoco se puede permitir que represen nuestros ríos con la única finalidad de utilizar el agua para la hidrogeneración, y una vez turbinadas las aguas éstas se vayan de manera directa al mar, sin ser aprovechadas por los acueductos y los canales de riego; y la mejor forma de evitar eso es construyendo contraembalses, aguas abajo de las salidas de las casas de máquinas, de forma tal que todo el agua turbinada quede posteriormente almacenada en el contraemblase y de esa forma quede disponible para que el Estado le asigne los usos primarios establecidos, pues tampoco debemos permitir que el sector privado comercialice el agua potable para los acueductos, ya que el agua es un derecho legítimo de todo ser humano y ningún Estado responsable debe renunciar a ese sagrado y obligatorio papel social.

Los dominicanos debemos mantenernos alertas ante esta amenaza que pende sobre nuestro patrimonio hidroeléctrico, porque al menor descuido, amaneceremos conociendo la noticia de que el sector privado se ha llevado las hidroeléctricas a su bolsillo.

Escrito por: R. Osiris de León

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