A Dios hay que honrarlo también con nuestro Voto

“Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
Aunque por lo general en las iglesias cristianas se insiste con frecuencia en el deber universal que tenemos los creyentes de honrar a Dios con toda nuestra manera de vivir son a la verdad muy pocos los cristianos que hacen uso de la Fe o que toman en cuenta al Señor a la hora de elegir si votar o no y por quién.

Los así llamados a ser luz del mundo y sal de la tierra se prestan entonces con frecuencia a respaldar, ora con el voto, ora con la abstención del mismo, la pervivencia de un estado de cosas que incluso la lectura más superficial de la Sagrada Escritura señala como perjudicial, horrenda y abominable.

El cómo puede un verdadero cristiano orar a Dios con motivo de estos males para la luego respaldar con su indiferencia cómplice o hasta con alguna forma de proselitismo a quienes no han hecho sino agravarlos –con ligeras diferencias de colores y matiz- sigue siendo para mí un misterio tan contradictorio como inexplicable.

Quizá lo que sucede es que los cristianos han olvidado que el voto es un mecanismo constitucional a través del cual ellos pueden -y deben- alzar la voz, como antaño lo hicieran Isaías y otros profetas en defensa de los débiles y menesterosos siempre amados por nuestro Señor. Son ellos y sus hijos los más perjudicados por el subdesarrollo, la cultura de la impunidad, los métodos del clientelismo y el derroche del erario público en los que tanta creatividad y excelencia han demostrado el PLD, el PRD, el PRSC y sus partiduchos aliados.

A lo mejor lo que sucede con muchos cristianos es que han llegado a creer que aquel Dios Omnipotente y Soberano del cual tanto hablan nada puede hacer a través de la política, pues, a fin de cuentas, su reino no es de este mundo. Si el Evangelio no tiene lugar en la política no debería sorprendernos que nos gobiernen las tinieblas y que a causa de la esterilidad de los cristianos se maldiga y blasfeme en nuestra Patria el nombre de Dios.

Es probable que, como sucediera antaño con Israel frente a Madián, el Pueblo de Dios en la República Dominicana haya optado por resignarse a los que no le faltan razones para reconocer como enemigos del progreso material y espiritual –¡de la supervivencia y viabilidad misma!- de su nación, pues son como gigantes a quienes mejor conviene servir y temer que enfrentar. De ser éste el caso, habrían perdido tanto la Fe en el Dios al cual sirven, como en la nación que se supone defienden.

¡Y pensar que hay cristianos que votan por quien saben se gasta en helicópteros, Jeepetas, botellas y queridas lo que a tres millones de sus conciudadanos hace falta para comer! ¿Acaso no les tomará su Dios esto en cuenta? ¿Serán considerados a sus ojos como inocentes los que apoyan –hasta con entusiasmo- a quienes saben se lucran de la miseria y la ignorancia de sus hermanas y hermanos?

Los cristianos no estamos llamados a idolatrar siglas, colores, hombres ni partidos sino más bien a perseguir fines ideales a la prosperidad material y espiritual de nuestro pueblo. Por muy lejana e imposible que parezcan nuestras metas –nuestra Tierra Prometida- el no resignarnos a una realidad perversa y el negarnos a servir a los faraones y baales de nuestras desgracias constituye de por sí ya una gran Victoria.

Amados Hermanos, no seamos indiferentes a lo que sucede con nuestro país, respaldemos la oración con el voto y, al votar, procuremos hacerlo no con sentido práctico –para sacar al malo o evitar que lleguen los peores- sino con sentido profético apostando por aquellos partidos o candidatos que, en un momento dado, representan mejor lo que La Palabra nos dice agrada y honra más a nuestro Señor. A falta de opciones buenas o idóneas motivémonos a edificarlas nosotros mismos_

Por: Manuel Moisés Montás.

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