Las catástrofes apocalípticas de Pat Robertson y la desgracia del pueblo haitiano

COTUI, CAPITAL DE LA ESPERANZA.- El conmovedor articulo de Miguel Guerrero publicado en Cafebambú en el día de hoy es algo que nos trae a muchos recuerdos. El artículo de Miguel me recuerda lo que sucedió en Polonia en 1949. El gobierno comunista comenzó a construir la ciudad de Nowa Huta, pasó por alto la necesidad de una iglesia. Pero los devotos campesinos de la región, reclutados para accionar las maquinas y los altos hornos de las funciones, resultaron ser un material humano al que no se podía con facilidad desarraigar de su tradicional fe católica. Luego que en aquella época la represión comunista trató de aniquilar el movimiento religioso en las calles de aquella histórica ciudad, a pesar de ello, cuando el polvo del zafarrancho se disipó, todavía era posible contemplar en la esquina de las calles Marx y Lenin, humilde pero enhiesta, la cruz de madera que recordaba a Jesucristo.

Pat Robertson dice que ha sido una advertencia de Dios en su juicio y mira la situación haitiana como algo taumatúrgico. Eugenio Orellana le riposta con sus tenazas revolucionarias con puro sabor a Temuco como una reprimenda del pueblo con el recuerdo de Allende a las hordas malditas del Imperialismo Yanqui. ¿Y qué de los diez justos, Pat Robertson?, pregunta Orellana en su magnífico artículo al fundador del Club 700. Ya la cuestión no tiene que ver con juicio, sino con un matiz político que se desfasa nuevamente. Parecería que se empiezan a destapar los sellos del Apocalipsis porque, en un lapso relativamente corto, la humanidad ha soportado hecatombes, como ocurrió con el tsunami que dejó 300 mil muertos. Ahora el terremoto de Haití, al parecer, ha causado cien mil muertos, cifra estremecedora, y mientras tanto las aseveraciones del calentamiento global y de otros fenómenos producen la ominosa sensación de que la Tierra puede convertirse en un planeta sin sobrevivientes. Anoche tembló la tierra otra vez en la Isla de Saint Dominique. El pavor es aterrador. Los que hemos cruzado la frontera, pues sabemos muy bien que el problema de Haití no es el de las casas destruidas, sino la hambruna nacional y la dejadez de los entorchados países desarrollados y la indiferencia de sus hermanos vecinos. La tierra de Duarte ha tenido que jugar un papel determinante y en muchos casos hacerse de la vista gorda ante el descrédito mundial que ha recibido por la supuesta violación a los derechos humanos con los hermanos haitianos.

Lo de Haití es conmovedor, tanto por la magnitud de la tragedia, cuanto porque se trata del país considerado como el más pobre del hemisferio Occidental. Por esto, requiere la ayuda inmediata y abundante de los otros pueblos del planeta. Por suerte así parece que lo han entendido varias naciones que se han movilizado para enviar ayuda emergente ante la tragedia. Pero esto es insuficiente, pues la ayuda debe encaminarse a dar a ese pueblo una esperanza no solo para sobrevivir, sino para desarrollarse y progresar porque no puede tolerarse una miseria tan grande y una desolación casi tan absoluta en un continente que se abre a la modernidad del siglo XXI, como bien lo ha dicho el presidente brasileño.

Se necesitarán miles de millones para alcanzar un objetivo semejante. Pero si se gasta tanto dinero en armas, bien puede destinarse una parte importante de ese gasto de las naciones americanas en socorrer a Haití, incluyendo claro está, a Estados Unidos y Canadá, potencias económicas de primer orden que deberían dar una muestra plausible de solidaridad humana y de buena vecindad. Esta ayuda debería de ser ofrecida sin agendas políticas y ocultas que siempre los países tienden a elucubrar.

Haití fue la primera nación del continente en conquistar la libertad, es un pueblo noble lamentablemente marcado por la tragedia, el hambre y la desesperación gracias a unos grandes Leogabaros de turno.

Y para los biblicistas de turno aquí les va: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestes, hambres y terremotos en diferentes lugares. Pero todo esto es solo el principio de dolores.” (Mateo 24:7,8.)

Por: Daniel Efrain Raimundo
Director de Cafebambu.com

Enviado por Daniel Raimundo como un presente para el año 2010.

Foto EFE.

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