Alguien es mejor que ninguno

En los últimos meses un nutrido grupo de jóvenes, artistas e intelectuales dominicanos se han dado a la tarea de promover bajo la consigna “Voto por Ninguno” el voto nulo como alternativa preferible al voto válido y a la abstención simple para la expresión legítima de su rechazo a las ofertas y métodos tradicionales de la política dominicana.

La propuesta, introducida desde hace ya varios años en otros países de la región, aunque meritoria en cuanto a sus aspiraciones nos parece contradictoria, falaz y excluyente.

Contradictoria, por cuanto en el ordenamiento electoral vigente la anulación del voto confiere mayor legitimidad a los resultados de los comicios vía una disminución en la abstención electoral. Es así como el voto deliberadamente anulado no cuenta para nada que no sea dar una satisfacción efímera al votante a cambio del fortalecimiento electoral de quienes asegura no le representan.

Es falaz porque parte de premisas evidentemente erróneas. No es cierto que nada ni nadie sirve, hace lo correcto, defiende el medio ambiente o cumple sus deberes en nuestro país. En todos los partidos, credos y comunidades hay miles de personas meritorias que no merecen el mismo tratamiento que otros. Absoluto, superficial e implacable, extrañando quizás una perfección ajena a los seres humanos, el ninguno no admite justicia ni excepciones: todos son iguales, y punto.

El concepto ninguno es asimismo excluyente por cuanto descalifica incluso a sus propios proponentes como alternativas válidas para asumir los desafíos que la ciudadanía requiere y demanda. Nadie es apto, no hay opciones mejores o peores, nada sirve: Fin de la historia.

A la luz de lo antes mencionado, afirmar que ninguno nos representa no demuestra una actitud crítica frente a la muy desmejorada realidad política que hoy vivimos. Antes bien, revela una cierta incapacidad para reconocer que la ausencia siquiera temporal de alguien capaz de encaminarnos hacia un mejor destino no supone un fracaso de los partidos sino de la sociedad completa.

Afortunadamente, alguien siempre existe, no como mesías inmaculado y perfecto, sino como simple persona, adornada de unas pocas virtudes y colmada de defectos, con algunas cosas que nos gustan y otras muchas que nos desagradan. En la democracia alguien puede ser cualquiera capaz de lograr el consenso entre ciudadanos tan humanos e imperfectos como él –entre iguales- para asumir temporalmente la dirección del Estado en la búsqueda de una nueva perfección.


Votemos por alguien._

Por: Manuel Moisés Montás.

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