ALDEUELA DE BELEN.- Jesús nace para todos, él con su corazón generoso te mira a través de los ojitos brillantes de cada niño, aún del más pequeño, del más pobre, del más abandonado. Y lo hace solo por ti, para llenar tu espíritu de tiernos sentimientos, para dulcificar tu corazón con la nostalgia de antiguos recuerdos, para que aflore tu solidaridad y compartas tu mesa con ese viejo vecino de barrio que, por cosas del destino, se quedó sin afecto, sin familia, sin nada.
Aleja la ingratitud de tu corazón y no la pagues con intransigencia, intolerancia o indebido rencor. No te disgustes por el Viejo Pascual y su trineo volador. No arremetas contra el arbolito y sus luces porque pienses que esa no es la Navidad, que en las últimas décadas la hemos desnaturalizado, comercializado y hasta prostituido; que por comprar regalos hemos matado, prácticamente, la verdadera celebración cristiana.
No seas tan ciego, la Navidad sigue siendo lo que fue, cada grupo humano le ha dado sus características, la ha llenado de tradiciones propias. Cada nación hizo suya la Navidad, nadie quiso quedarse sin ella, para eso para muchas personas es blanca, para estos es verde, para aquellos es dorada como la arena del mar, pero en el fondo sigue siendo la misma maravilla de hace dos mil años, el regalo más preciado que el Señor le dio a la humanidad, su propio hijo, el hijo de Dios.
Aparta de tu corazón los sentimientos adversos o cualquier malsano pensamiento. Acércate a un pesebre a cantarle un villancico que muestre tu gratitud. Recuerda que él nació para ti y para todos los demás.
Da gracias porque todos quieran celebrarlo, y ruega porque nadie ignore el verdadero mensaje de amor que sigue hoy más vivo que nunca, para la gloria del cielo y para todos los hombres de buena voluntad.
El que tenga oídos para oír que oiga
por la paz
Daniel Efraín Raimundo