Una nación inviable

Los pueblos que progresan son aquellos que tienen valores y de manera colectiva tienen sentido del horizonte a donde quieren llegar. Aunque desde la época colonial los habitantes de la parte este de la Isla no tenían identificación con el suelo dominicano, tal como puede verse en las masivas emigraciones que se produjeron durante los siglos XVII y XVIII, en los últimos años hemos ido perdiendo lo poco que teníamos, y al día de hoy no existe un propósito común como país, lo que nos convierte en una nación inviable. Los aventureros, segundones y bandoleros de los estamentos más bajos de la corona española que poblaron inicialmente la isla, fueron los únicos que se quedaron después de la eliminación de la raza indígena. Ellos tuvieron la capacidad de soportar el siglo de la miseria.


Américo Lugo fue el principal exponente de la corriente de pensamiento denominada como Despotismo Ilustrado, a principios del siglo pasado, que planteaba “la incapacidad congénita de nuestro pueblo para una vida civilizada e independiente”, debido fundamentalmente a la falta de institucionalidad y el accionar político de los dominicanos. 

En Francia los viejitos que son veteranos de la Segunda Guerra Mundial son venerados y tratados como héroes. Cuando Hitler ocupó París, dio la orden de que si los franceses intentaban liberarse, la ciudad fuera quemada totalmente. Se dice que cuando el General York le comunicó a Hitler que Francia era libre, éste preguntó : “York, arde París”. La delicada lucha soterrada de una gran parte de sus ciudadanos, contra el invasor y los traidores que se plegaron, han elevado el amor de los franceses a los que lucharon en el campo de batalla para recuperar la nación. 

Los Estados Unidos castigan al perjurio en honor a George Washington. Se cuenta que siendo un adolescente cortó las ramas de un árbol y su padre le preguntó quien había sido. A sabiendas de que sería castigado, admitió la culpa y fue duramente reprendido. Por eso ambas naciones son grandes.

Sin embargo, los dominicanos carecemos de valores que nos den sustento ideológico como nación. La República Dominicana es una especie de piñata, en que un grupo de avivatos arrebata las mieles del poder para disfrutarlas a plenitud. Una vez se llega al poder se dejan a un lado las frases estereotipadas a manera de clichés de la verborrea política de campaña, de que se trabajará a favor de los pobres y por la supuesta solución de todos los males que ha padecido la República en toda su existencia. Y siempre se repite la misma historia. Así no se puede.

En esta permanente parafernalia participan de una u otra manera conspicuos representantes de todos los sectores sociales, en una especie de “dame lo mío”. Mientras tanto, las posibilidades de solución de los inveterados problemas de la nación se tornan lejos. A esta situación se agrega el desamparo que sienten los dominicanos ante su incierto futuro.

Esto se ha ido agudizando en los últimos años, al extremo de que ya se ha perdido la capacidad de asombro, y cada quien piensa y actúa de manera individual. Nadie piensa llegar a un cargo para contribuir con el avance del país, sino para disfrutar de las sinecuras que emanan del ejercicio del poder.

Cuando nombraron a Licelott Marte como Presidenta de la Cámara de Cuentas, vi a “prestantes” personalidades felicitarla por el cargo. A mi juicio, creo que merecía que se “le acompañara en sus sentimientos” porque la tarea que se supone tiene por delante no es fácil, si realmente existe interés de crear los cimientos para disminuir la corrupción administrativa. 

Lo que ocurre es que existe la cultura de que los cargos son para beneficio de las personas, no para lograr el avance del país. Como se advierte, no hemos superado la época en que los gobernantes otorgaban patente de corso a favorecidos y allegados para que asaltaran buques cargados de mercancías, para luego repartir ganancias. 

En muchas ocasiones escuchamos que fulano de tal fue nombrado en un cargo, porque estaba en mala situación económica, que tenía la casa hipotecada o que la mujer o un hijo tenían cáncer. Cuando un funcionario dice que un proyecto es bueno para el país, léase al revés, es bueno para sus bolsillos.

Ante la ausencia de alternativa para encaminar su futuro, los dominicanos se enganchan en un partido político para “estar en el globo” de salir de pobre, una vez lleguen al poder. Como me dijera en una oportunidad un conocido, que si llegaba al poder y lograba “robarse unos cuartos” el Estado tenía un dominicano menos en quien pensar para resolverle su futuro.

A mi juicio, por esa formación cultural en nuestro comportamiento, obedece a que la delincuencia se haya incrementado tanto en los últimos años. Y de que las instituciones públicas sean un desastre. Existe una especie de “sálvese quien pueda”.

Lo peor de todo, es que por la aparente situación irreversible que existe, la indiferencia se ha apoderado de una gran parte de los dominicanos. Total, aducirán, “cualquiera que venga atrás hará lo mismo”, en una especie de complicidad peligrosa. 

Este estado de desorden organizado, se agrava por lo siguiente :

1. El desmembramiento de una de la más impactante utopía que haya conocido la humanidad, ha provocado que el capitalismo retorne a sus orígenes, más cruel e inhumano. Los grandes intereses económicos frotan sus manos de alegría. Están solos en el tablero mundial. Fukuyama lanza su tesis del fin de la historia. A partir de entonces, los acontecimientos no sucederían. Serían dictados. Hoy en día, la globalización ha empujado a gobernantes y sus representantes diplomáticos a ser agentes de negocios de los grupos económicos de los países desarrollados. En otras palabras, quienes dirigen son las empresas, no los gobiernos, a partir de las necesidades de las transnacionales. Por eso, los grandes intereses económicos internacionales están interesados en apoderarse, a toda costa, de aquellas empresas estratégicas de los países del tercer mundo, que le produzcan altos niveles de rentabilidad, bajo la sombrilla del libre mercado. La falta de institucionalidad y la poca participación de los ciudadanos en países como la República Dominicana, es causa de que estos procesos no se realicen con la debida transparencia. 

2. En la República Dominicana no existe un proceso de industrialización que logre incorporar a los obreros, profesionales y técnicos que cada año demandan empleos.

3. Falta de seguridad social, educación, salud pública, y otros servicios básicos que deben ser asumidos por cada ciudadano de manera particular.

4. Hay falta de voluntad de la clase política para modificar el actual estado de cosas, porque le genera beneficios políticos a corto y largo plazo, ya que le permite perpetuarse en el poder.

5. Existe validación social a los corruptos, de parte de importantes sectores económicos, manteniendo su presencia en los medios de comunicación. De esta manera crean falsos valores en la sociedad dominicana. El referente hoy en día no es el joven que logra obtener una buena formación académica o aquel que mediante el fruto de su trabajo pueda avanzar, sino el que logre “conseguir unos cuartos” a la carrera, sea como sea. 

6. Falta de voluntad del órgano persecutor para cumplir con su rol de perseguir las acciones u omisiones antijurídicas del Estado, lo que se refleja en el enriquecimiento ilícito de funcionarios, que siendo desarrapados antes de ocupar un cargo gubernamental, una vez ocupa el puesto exhiben enormes bienes materiales y económicos.

7. La ausencia de valores patrios en la formación hogareña y educativa a todos los niveles. 

A propósito de este último aspecto, se dice que en el nuevo texto integrado que está en discusión y que ha sido cuestionado por reputados intelectuales, la figura de Duarte aparece reducida. Se comenta que esto obedece a presiones internacionales, para lograr el proceso de haitinización del país. 

Si los sectores sensatos y fácticos del país no deciden tomar la iniciativa para poner un alto en el camino, en un proyecto a largo plazo para erradicar este inveterado comportamiento, de manera inexorable tenemos el mismo destino de Haití, sin esperanza de que la situación se revierta. 


Por: Ing. Salvador Ramírez Peña.

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