Cuando a este salón un día llegué
muy asustada yo me quedé
“Esa es tu silla” dijo la maestra
coloca tus cosas debajo en la mesa.
No se imaginan el temor que sentía
e implore de inmediato a la Virgen María
yo que lo hice es porque sabía
que ella nunca me abandonaría.
Creí tantas cosas
de esta mi maestra
que solo de mirarla
me dolía la cabeza.
Pero paso el tiempo
y mis oraciones a la Virgen María
eran escuchadas días tras días
y ya la maestra con ternura me veía.
Fue tanta su dedicación
que robo el cariño de mi corazón
y la Virgencita que no me abandona
desde lo alto la llena de gloria.
Por: Blanca Martínez.