Un Presidente con Buen Oído

Esa mañana al asomarme a la calle vi unos policías en las azoteas de los edificios de enfrente. Pregunté al joven de la pequeña oficina del hotel, qué pasaba, y me dijo: hoy es 14 de Julio y el presidente viene a la tumba del Soldado Desconocido, en el Arco de Triunfo.


Nos hospedábamos en un hotelito cerca de allí llamado Troullón (me temo que ya no está, pues lo he buscado en la Internet y no lo encuentro). Un hotelito de cuatro o cinco pisos con un ascensor sólo para subir. Si, sólo para subir, uno bajaba entonces por la escalera ( ya, días antes en Praga, encontré que el teléfono allí, al llamar usted, luego que el de allá descolgaba, usted tenia que apretar en su teléfono un botón, para poder oírlo). Corría el año 1963 y Ari y yo íbamos de Cuba a Santo Domingo, vía Praga.

Es que el pasaje en avión La Habana, Praga, en un turbo-élice de Cubana de Aviación, que hacía escala en Gander, Canadá y en Shannon, Irlanda, se pagaba en pesos cubanos. Mientras otras vías de salida de Cuba había que pagarlas con dólares, que nosotros no teníamos. Eso, y además de que en llegando a París, yo esperaba conseguir, a través de la Embajada Dominicana, los fondos necesarios para completar mi regreso a Santo Domingo. Y así ocurrió, aunque no tan prontamente como yo esperaba. Y gracias a esa demora estábamos en París el 14 de julio. 

Creo que debo agregar que de Praga, llegamos a París, pasando por Alemania, yo en tren, primero, luego llegó Ari en avión.

Una vez advertido de que De Gaulle pasaría unos minutos después hacia el Arco de Triunfo, por los Campos Elíseos, arranqué para allá, logrando situarme en un lugar muy conveniente para ver el desfile. Ahora, no logro recordar exactamente algunos detalles del cortejo presidencial. Si recuerdo bien, pues no había visto antes nada igual, ni he podido verlo después, una banda de música a caballo, la Banda Presidencial de Francia, con todos los instrumentos (obviamente "acustics") incluido el bombo, a caballo. 

Luego venía, en un descapotable, erigido y en completo uniforme militar, con su corpulenta talla, el gran hombre de Francia. Y al pasar, no muy lejos de donde yo estaba y en la misma acera, entre los aplausos de la multitud, un hombre gritó: ¡Viva Charles!.

El general lo oyó. Y virando su cara a la derecha, que era donde yo también estaba, fue buscando entre la multitud la cara de aquel cuya voz él conocía. Y la encontró, y muy sonriente lo saludó con su mano.

Se me ocurre pensar, que aquel hombre bien pudo ser uno de los oficiales que el General De Gaulle tuvo a su mando, desde los días aquellos de la rendición de Francia, en junio de 1940, cuando él fundo La Francia Libre, hasta bastante después de que entrara en París la División Francesa del General Leclerc, presidiendo el avance del ejercito aliado, en Septiembre de 1944. 

Un abrazo,
Tiberio

Por: JOSE T. CASTELLANOS.

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