ÉL camina cabizbajo, preocupado y pensativo con la mirada perdida en el eterno vacío.
Da la espalda a una realidad que le abruma y a una sociedad que le impone un sueño roto.
Su frente se prolonga hasta perderse en el despoblado occipucio y el prominente abdomen casi hace saltar los botones de la costosa chaqueta que le viste.
ÉL se mueve inseguro y torpe, rememorando las débiles fortalezas del alfeñique con neuronas atrofiadas.
ÉL se desdobla e intenta transformarse y con palabras entrecortadas se atreve a pedir una segunda oportunidad a las víctimas de su incapacidad fecunda.
Admite, sin decirlo, sus desafortunadas decisiones y sus nocivas actuaciones en aquel cuatrienio perdido.
ÉL evita con miedo mirar de frente y a los ojos para tratar de ocultar las deficiencias de su precario intelecto y la robustez de sus mentiras.
El escenario luce ser un triste cementerio con cruces y nichos que se hacen invisibles y donde yacen inertes la inestabilidad, la desconfianza, el desorden, el caos y la galopante inflación de sus 4 años de insensibilidad y desidia.
Un solo de piano rememora el réquiem que le acompaña en su estrepitosa caída y su segura derrota.
Es el tercer intento y el segundo fallido. Detrás de ÉL se escuchan voces que se alejan y que toman distancia al sentirlo perdido.
¡Mayúsculo es el desaliento que se anida en su alma vacía!
ÉL se angustia al percibir lo precoz de su adversidad y lo vano de su esfuerzo.
ÉL no es de lágrimas ni de lamentos, pero en su entorno se observan signos de intima humedad.
¡Cuán distante e inalcanzable está la meta convertida en espanto de generaciones merecedoras de esperanzas!
ÉL sabe bien que no tiene mañana y que su futuro es tan oscuro como su pasado reciente.
Él avergüenza con palabras y gestos, y sus pasos son tan lentos e inseguros como sus débiles ideas y pensamientos.
De repente, ÉL vuelve su mirada hacia atrás y observa que son menos los que le siguen y muy pocos los que le aplauden.
Las risas y las carcajadas mueren abruptamente y son guardadas en viejos baúles lanzados a hondas cañadas y enterrados con olvido.
Al final, ÉL se queda fatigado y abrumado, cayendo de rodillas a mitad del camino, vencido por el imponente arcoíris en el que convergen “El Mejor Cambio y El Cambio Seguro” que permitirán Hacer lo Que Nunca se Hizo.
Por: Dr. Bienvenido Segura.
Santiago Rodríguez, R. D.
12 de febrero del año 2012.

