(...) los métodos de trabajo de los partidos políticos que le dan apoyo al sistema capitalista son muy sutiles cuando esos partidos operan en países desarrollados (...) Pero cuando se trata de países del mismo sistema que no están desarrollados, los partidos usan métodos torpes, a veces groseros y en ocasiones criminales”.
Juan Bosch. “Los métodos de trabajo” En: El Partido: concepción, organización y desarrollo. Primera Edición, Editora Alfa y Omega, 1977. pp. 121.
La crisis económica mundial es tan profunda que expulsó de la Casa Blanca a los republicanos; en Argentina propicia el declive estrepitoso de las simpatías por sus autoridades y en España impulsa un crecimiento del Partido Popular, para sólo mencionar unos casos.
En nuestro país se profundiza; deja sentir su látigo sobre los bolsillos ciudadanos sin que percibamos camino hacia su superación, por más palabras pronunciadas porque el equipo de gobierno parece estar decidido a convencernos de que es lo más carente de creatividad y voluntad para producir soluciones de beneficio público.
Para evitarlo, el gobierno se ha lanzado a las calles. Intenta corregir los efectos que en el plano político las zozobras de la gente producen en su percepción. Es natural que el pueblo piense que toda administración cuyas acciones están divorciadas de sus necesidades y aspiraciones sea, desde su óptica, un gobierno fracasado. Mucho más si es uno de instancias empecinadas en dejar bien claro que su interés ni es el colectivo ni el de los ciudadanos.
Para intentar cambiar esa percepción que adquiere rasgos de convicción, o intentando que al menos no afecte “la imagen positiva” del gobernante, en las últimas dos semanas éste se lanzó a una maratónica carrera de inauguraciones y apariciones públicas.
Si no ha entrado en campaña, quizás se deba a que hasta él percibe que perdió todo argumento; que su credibilidad pública se diluye estrepitosamente junto a las simpatías nacionales y partidarias por él. ¿Pero cómo no iba a ocurrir si, para él, no hay corrupción sino “debilidades”? Por momentos los pueblos esperan grandezas o humildad de sus gobernantes. Que reconozcan, por ejemplo, que el cielo es azul aunque esté nublado o lo estén mirando con sus tapasoles.
De ser así, podría estarse ganando prensa para nada. Porque ante lo dramático de la situación económica nacional, la carestía de los servicios públicos, la porquería del servicio nacional de salud, la corrupción y abuso en el sistema eléctrico nacional, la falta de compromiso generalizado de los funcionarios con las tareas a que los obligan las leyes de sus respectivas carteras, el pueblo parece estar bien claro de que no es para él que trabajan y gobiernan esos funcionarios.
Según conversaciones sostenidas con conceptuosos politólogos y sociólogos, mercadólogos, economistas y gente de la calle, de izquierda, centro y derecha, el país estaría esperando lo que pasará el 16 de agosto para terminar de formarse un criterio, un argumento sólido sobre el gobierno y dejar claro en sus mentes la verdadera relación que existe entre la forma de gobernar y las aspiraciones colectivas. Si el gobierno hará al menos como Milagros Ortiz Bosch, que denunció públicamente que un miembro de su partido estaba involucrado en el tráfico ilegal de personas. Para aclarar qué distancia media entre sus palabras y sus actos. Y no lo dude nadie, el resultado afectará ciertas carreras políticas que, en lo inmediato, cierran la posibilidad de reelección consecutiva y abren la figura del referéndum. Pero la gente parece saber ya que no come con palabras.
Definir esa relación podría ser oportuno porque, por más que el gobierno hable, brinque y salte; por más apartamentos, hidroeléctricas y carreteras que construya, la gente observará que, si es de clase media, está pagando la libra de pollo a $49.99 en los supermercados. El doble de lo que se tuvo que pagar en el peor momento del gobierno de Hipólito Mejía y el PRD o el PPH, como quieran llamarlo. Una carestía sin madre, inexplicable ante la bondad económica que los informes oficiales dicen que gozamos; absurda porque no han quebrado bancos; ininteligible porque se han recuperado miles de millones de pesos vendiendo las propiedades de los quebrados y sus “relacionados”; inimaginable porque la factura petrolera se lanzó hacia el futuro por lo de Petrocaribe; impensable porque el Congreso ha devenido en una fábrica de empréstitos; inaguantable y abusiva por las sucesivas reformas fiscales a que fueron sometidos los bolsillos dominicanos, hasta vaciarlos.
A cambio, ¿qué otorgan al pueblo el gobierno y sus funcionarios? ¡Corrupción! ¡Indolencia! ¡Indiferencia ante sus aspiraciones y necesidades! Una corrupción tan vergonzosa e intolerable que estimuló a que órecordémosloó el noviecito y los amiguitos de la hija de un funcionario de tercera se convirtieran en ladrones para robar unas cuantas docenas de millones de pesos “clavados” en la “caja fuerte” de un apartamento del sector Las Palmas. Tan encumbrada que obligó a algunos diarios a publicar que las autoridades de migración norteamericanas habrían detenido a la esposa de un ex funcionario sacando millones de pesos ilegalmente. Tan perversa que obliga a nuestros hijos a ver a ciertos sapientes ¡en conquistas contranaturas en plena Plaza Naco!
En ese panorama quedarían claras las causas de por qué el gobierno se enfrenta a una fulminante erosión de credibilidad y simpatía. No importa cuántos acólitos, amanuenses y el equipo de la beocia formen el corifeo de sus aduladores. De no revertirla, con hechos prácticos, lo dejará tipificado como el más corrupto de la historia republicana, el más ineficiente, el más indolente, el más perverso, en el que la impunidad señoreó con mayor fuerza, en el que nuestros males terminaron de enraizarse de tal modo que será harto difícil ópor no decir imposibleó erradicarlos.
Bosch tipificó estos males como propios del período de acumulación originaria. Sin embargo, dado que esta gentuza “entierra las plumas”, ¿estaríamos inaugurando una modalidad que conjuga el parasitismo que Lenin atribuyó al capital financiero con el despiadado antihumanismo de toda expropiación de recursos públicos propio de ese periodo de acumulación originaria? Un híbrido tan despiadado que, como demostró Carlos Marx, sólo puede ocurrir con el beneplácito, coparticipación y confabulación de los administradores del Estado y de sus órganos represivos. Ojalá que no terminen en la sordidez y la desesperanza los asaltos entre Corrupción-crisis vs. Gobierno.
Ignacio Nova - 8/14/2009
Juan Bosch. “Los métodos de trabajo” En: El Partido: concepción, organización y desarrollo. Primera Edición, Editora Alfa y Omega, 1977. pp. 121.
La crisis económica mundial es tan profunda que expulsó de la Casa Blanca a los republicanos; en Argentina propicia el declive estrepitoso de las simpatías por sus autoridades y en España impulsa un crecimiento del Partido Popular, para sólo mencionar unos casos.
En nuestro país se profundiza; deja sentir su látigo sobre los bolsillos ciudadanos sin que percibamos camino hacia su superación, por más palabras pronunciadas porque el equipo de gobierno parece estar decidido a convencernos de que es lo más carente de creatividad y voluntad para producir soluciones de beneficio público.
Para evitarlo, el gobierno se ha lanzado a las calles. Intenta corregir los efectos que en el plano político las zozobras de la gente producen en su percepción. Es natural que el pueblo piense que toda administración cuyas acciones están divorciadas de sus necesidades y aspiraciones sea, desde su óptica, un gobierno fracasado. Mucho más si es uno de instancias empecinadas en dejar bien claro que su interés ni es el colectivo ni el de los ciudadanos.
Para intentar cambiar esa percepción que adquiere rasgos de convicción, o intentando que al menos no afecte “la imagen positiva” del gobernante, en las últimas dos semanas éste se lanzó a una maratónica carrera de inauguraciones y apariciones públicas.
Si no ha entrado en campaña, quizás se deba a que hasta él percibe que perdió todo argumento; que su credibilidad pública se diluye estrepitosamente junto a las simpatías nacionales y partidarias por él. ¿Pero cómo no iba a ocurrir si, para él, no hay corrupción sino “debilidades”? Por momentos los pueblos esperan grandezas o humildad de sus gobernantes. Que reconozcan, por ejemplo, que el cielo es azul aunque esté nublado o lo estén mirando con sus tapasoles.
De ser así, podría estarse ganando prensa para nada. Porque ante lo dramático de la situación económica nacional, la carestía de los servicios públicos, la porquería del servicio nacional de salud, la corrupción y abuso en el sistema eléctrico nacional, la falta de compromiso generalizado de los funcionarios con las tareas a que los obligan las leyes de sus respectivas carteras, el pueblo parece estar bien claro de que no es para él que trabajan y gobiernan esos funcionarios.
Según conversaciones sostenidas con conceptuosos politólogos y sociólogos, mercadólogos, economistas y gente de la calle, de izquierda, centro y derecha, el país estaría esperando lo que pasará el 16 de agosto para terminar de formarse un criterio, un argumento sólido sobre el gobierno y dejar claro en sus mentes la verdadera relación que existe entre la forma de gobernar y las aspiraciones colectivas. Si el gobierno hará al menos como Milagros Ortiz Bosch, que denunció públicamente que un miembro de su partido estaba involucrado en el tráfico ilegal de personas. Para aclarar qué distancia media entre sus palabras y sus actos. Y no lo dude nadie, el resultado afectará ciertas carreras políticas que, en lo inmediato, cierran la posibilidad de reelección consecutiva y abren la figura del referéndum. Pero la gente parece saber ya que no come con palabras.
Definir esa relación podría ser oportuno porque, por más que el gobierno hable, brinque y salte; por más apartamentos, hidroeléctricas y carreteras que construya, la gente observará que, si es de clase media, está pagando la libra de pollo a $49.99 en los supermercados. El doble de lo que se tuvo que pagar en el peor momento del gobierno de Hipólito Mejía y el PRD o el PPH, como quieran llamarlo. Una carestía sin madre, inexplicable ante la bondad económica que los informes oficiales dicen que gozamos; absurda porque no han quebrado bancos; ininteligible porque se han recuperado miles de millones de pesos vendiendo las propiedades de los quebrados y sus “relacionados”; inimaginable porque la factura petrolera se lanzó hacia el futuro por lo de Petrocaribe; impensable porque el Congreso ha devenido en una fábrica de empréstitos; inaguantable y abusiva por las sucesivas reformas fiscales a que fueron sometidos los bolsillos dominicanos, hasta vaciarlos.
A cambio, ¿qué otorgan al pueblo el gobierno y sus funcionarios? ¡Corrupción! ¡Indolencia! ¡Indiferencia ante sus aspiraciones y necesidades! Una corrupción tan vergonzosa e intolerable que estimuló a que órecordémosloó el noviecito y los amiguitos de la hija de un funcionario de tercera se convirtieran en ladrones para robar unas cuantas docenas de millones de pesos “clavados” en la “caja fuerte” de un apartamento del sector Las Palmas. Tan encumbrada que obligó a algunos diarios a publicar que las autoridades de migración norteamericanas habrían detenido a la esposa de un ex funcionario sacando millones de pesos ilegalmente. Tan perversa que obliga a nuestros hijos a ver a ciertos sapientes ¡en conquistas contranaturas en plena Plaza Naco!
En ese panorama quedarían claras las causas de por qué el gobierno se enfrenta a una fulminante erosión de credibilidad y simpatía. No importa cuántos acólitos, amanuenses y el equipo de la beocia formen el corifeo de sus aduladores. De no revertirla, con hechos prácticos, lo dejará tipificado como el más corrupto de la historia republicana, el más ineficiente, el más indolente, el más perverso, en el que la impunidad señoreó con mayor fuerza, en el que nuestros males terminaron de enraizarse de tal modo que será harto difícil ópor no decir imposibleó erradicarlos.
Bosch tipificó estos males como propios del período de acumulación originaria. Sin embargo, dado que esta gentuza “entierra las plumas”, ¿estaríamos inaugurando una modalidad que conjuga el parasitismo que Lenin atribuyó al capital financiero con el despiadado antihumanismo de toda expropiación de recursos públicos propio de ese periodo de acumulación originaria? Un híbrido tan despiadado que, como demostró Carlos Marx, sólo puede ocurrir con el beneplácito, coparticipación y confabulación de los administradores del Estado y de sus órganos represivos. Ojalá que no terminen en la sordidez y la desesperanza los asaltos entre Corrupción-crisis vs. Gobierno.
Ignacio Nova - 8/14/2009