SANTO DOMINGO.- Cuando The New Economics Foundation reveló recientemente un estudio en el que los dominicanos fueron clasificados como el segundo pueblo más feliz del mundo, detrás de los costarricensese, muchos consideraron la encuesta como una broma debido a los constantes apagones, el caótico transporte público, el tráfico desordenado de la capital y el recrudecimiento de la criminalidad.
Pero a los ojos de un extranjero, la organización británica que hizo la encuesta está en lo cierto, ya que si hay algún pueblo que disfruta de la vida plenamente, y con muy poco dinero, es el dominicano.
Los domingos al atardecer, por ejemplo, cualquier hijo de vecino puede acercarse a la turística Zona Colonial, donde supuestamente descansan los restos de Cristóbal Colón, sentarse en las cómodas sillas de plástico provistas por el gobierno y escuchar durante cuatro horas a la orquesta Bonyé, formada por músicos sexagenarios especialistas en los ritmos cubanos, dominicanos, puertorriqueños y jamaiquinos, frente a las ruinas del que fuera el convento de San Francisco, sin tener que pagar un centavo.
Por si eso no bastara, pueden echar un pie de son, merengue o reggae y beber una fría cerveza de un litro, "vestida de novia'', que en el colmado vecino les cuesta apenas 100 pesos (unos $2.50) para refrescarse en las pausas que hace la banda.
"Los domingos se juntan alrededor de 5,000 personas aquí'', afirmó el musicólogo Alexis Méndez, un visitante infaltable a la cita dominical. "Viene gente de diversos sectores de la capital, vecinos del barrio y hasta turistas de las más diversas nacionalidades''.
En una reciente visita que hizo El Nuevo Herald al lugar al aire libre, la orquesta tocaba como si se tratara de una fiesta familiar, en vista de que semanalmente acude casi la misma gente, ayudados por un equipo de sonido de última generación por el que sones como Besito de coco, popularizado mundialmente por la mítica Sonora Matancera con su cantante Celia Cruz, se escuchaban con perfecta nitidez.
Ese domingo era muy especial para el dominicano medio porque, a la misma hora en que se iniciaba la fiesta callejera, jugaban en el estadio Quisqueya de Santo Domingo los eternos rivales del béisbol local, los Tigres del Licey y los Leones del Escogido.
En el colmado del frente se podían seguir en vivo las alternativas del importante juego a través de una pantalla gigante, aunque el animador de la velada, el locutor Chino Méndez, iba informando del desarrollo del partido. Luego la pantalla la ocupó el choque entre los Yankees de Nueva York y los Filid de Filadelfia, por la Serie Mundial, en Estados Unidos, repitiéndose la misma situación para mantener informados a los presentes.
Otra muestra clara de la felicidad de los dominicanos es el emblemático cantautor Anthony Ríos, quien a sus 60 años se presenta regularmente en el club nocturno Maunaloa de la capital a sala llena, aunque por lo general interpreta los mismos temas que ha popularizado durante su larga y exitosa carrera por petición popular. Lo que sí va actualizando son sus jocosas observaciones sobre la vida nacional y las relaciones hombre-mujer.
"Gracias a todos ustedes, me siento un hombre feliz, feliz de que ustedes, en este tiempo y tantos años de mis inicios me tengan el mismo afecto, el mismo respeto y el mismo cariño'', dijo Ríos hace un par de semanas en un concierto junto a su ídolo puertorriqueño "El jibarito de Lares''. "Aquí estoy viejo y gordo, envejeciendo''.
A lo largo de su carrera artística, ha popularizado temas como Fatalidad, La mancha y Señor del pasado, grabado también por Yolandita Monge, con quien tuvo una tórrida y publicitada relación amorosa. Ninguna de esas canciones puede faltar en sus presentaciones. Se declara un dominicano de tomo y lomo, y aunque sólo sale al exterior a cantar para sus compatriotas, dice haber rechazado decenas de ofertas para que se estableciera en Nueva York y Miami porque no se sentiría cómodo.
Pero no hay dudas de que donde mejor se refleja la felicidad de los dominicanos es en el colmado, el negocio donde se consiguen cervezas superfrías a precio razonable, pues no se tiene que pagar impuesto, propina ni cover. A través de los enormes y potentes parlantes del local, los dominicanos escuchan sus merengues, bachatas y salsas preferidas mientras comparten con sus amigos o tratan de conquistar a alguna morena sentada en otra mesa.
Y los dominicanos no sólo se juntan a bailar y a beber barato en los colmados que pululan en cada barrio de la capital y otras ciudades del país, sino que también consiguen una mesa y sillas para jugar cartas y así entretenerse sin mayores problemas.
En un colmado situado al lado del apartahotel Drake, en el exclusivo sector de Piantini, todos los domingos al mediodía se reúne un grupo de maduros amigos de clase media alta para conversar y escuchar música de su juventud, interpretada por Elvis Presley, Bill Haley y Little Richard, para abrir el apetito y luego ir a almorzar a sus lujosas casas.
Por Manuel Eduardo Soto/Especial para El Nuevo Herald
Fuente: El Nuevo Herald Digital.
Pero a los ojos de un extranjero, la organización británica que hizo la encuesta está en lo cierto, ya que si hay algún pueblo que disfruta de la vida plenamente, y con muy poco dinero, es el dominicano.
Los domingos al atardecer, por ejemplo, cualquier hijo de vecino puede acercarse a la turística Zona Colonial, donde supuestamente descansan los restos de Cristóbal Colón, sentarse en las cómodas sillas de plástico provistas por el gobierno y escuchar durante cuatro horas a la orquesta Bonyé, formada por músicos sexagenarios especialistas en los ritmos cubanos, dominicanos, puertorriqueños y jamaiquinos, frente a las ruinas del que fuera el convento de San Francisco, sin tener que pagar un centavo.
Por si eso no bastara, pueden echar un pie de son, merengue o reggae y beber una fría cerveza de un litro, "vestida de novia'', que en el colmado vecino les cuesta apenas 100 pesos (unos $2.50) para refrescarse en las pausas que hace la banda.
"Los domingos se juntan alrededor de 5,000 personas aquí'', afirmó el musicólogo Alexis Méndez, un visitante infaltable a la cita dominical. "Viene gente de diversos sectores de la capital, vecinos del barrio y hasta turistas de las más diversas nacionalidades''.
En una reciente visita que hizo El Nuevo Herald al lugar al aire libre, la orquesta tocaba como si se tratara de una fiesta familiar, en vista de que semanalmente acude casi la misma gente, ayudados por un equipo de sonido de última generación por el que sones como Besito de coco, popularizado mundialmente por la mítica Sonora Matancera con su cantante Celia Cruz, se escuchaban con perfecta nitidez.
Ese domingo era muy especial para el dominicano medio porque, a la misma hora en que se iniciaba la fiesta callejera, jugaban en el estadio Quisqueya de Santo Domingo los eternos rivales del béisbol local, los Tigres del Licey y los Leones del Escogido.
En el colmado del frente se podían seguir en vivo las alternativas del importante juego a través de una pantalla gigante, aunque el animador de la velada, el locutor Chino Méndez, iba informando del desarrollo del partido. Luego la pantalla la ocupó el choque entre los Yankees de Nueva York y los Filid de Filadelfia, por la Serie Mundial, en Estados Unidos, repitiéndose la misma situación para mantener informados a los presentes.
Otra muestra clara de la felicidad de los dominicanos es el emblemático cantautor Anthony Ríos, quien a sus 60 años se presenta regularmente en el club nocturno Maunaloa de la capital a sala llena, aunque por lo general interpreta los mismos temas que ha popularizado durante su larga y exitosa carrera por petición popular. Lo que sí va actualizando son sus jocosas observaciones sobre la vida nacional y las relaciones hombre-mujer.
"Gracias a todos ustedes, me siento un hombre feliz, feliz de que ustedes, en este tiempo y tantos años de mis inicios me tengan el mismo afecto, el mismo respeto y el mismo cariño'', dijo Ríos hace un par de semanas en un concierto junto a su ídolo puertorriqueño "El jibarito de Lares''. "Aquí estoy viejo y gordo, envejeciendo''.
A lo largo de su carrera artística, ha popularizado temas como Fatalidad, La mancha y Señor del pasado, grabado también por Yolandita Monge, con quien tuvo una tórrida y publicitada relación amorosa. Ninguna de esas canciones puede faltar en sus presentaciones. Se declara un dominicano de tomo y lomo, y aunque sólo sale al exterior a cantar para sus compatriotas, dice haber rechazado decenas de ofertas para que se estableciera en Nueva York y Miami porque no se sentiría cómodo.
Pero no hay dudas de que donde mejor se refleja la felicidad de los dominicanos es en el colmado, el negocio donde se consiguen cervezas superfrías a precio razonable, pues no se tiene que pagar impuesto, propina ni cover. A través de los enormes y potentes parlantes del local, los dominicanos escuchan sus merengues, bachatas y salsas preferidas mientras comparten con sus amigos o tratan de conquistar a alguna morena sentada en otra mesa.
Y los dominicanos no sólo se juntan a bailar y a beber barato en los colmados que pululan en cada barrio de la capital y otras ciudades del país, sino que también consiguen una mesa y sillas para jugar cartas y así entretenerse sin mayores problemas.
En un colmado situado al lado del apartahotel Drake, en el exclusivo sector de Piantini, todos los domingos al mediodía se reúne un grupo de maduros amigos de clase media alta para conversar y escuchar música de su juventud, interpretada por Elvis Presley, Bill Haley y Little Richard, para abrir el apetito y luego ir a almorzar a sus lujosas casas.
Por Manuel Eduardo Soto/Especial para El Nuevo Herald
Fuente: El Nuevo Herald Digital.