Flores iba con nosotros al bosque de la utopía

Hace varios años nos reuníamos un grupo de amigos y amigas a intercambiar ideas, socializar relaciones humanas y hacer el ejercicio de la conciencia crítica. Era un grupo heterogéneo: intelectuales, artistas, productores de televisión, comunicadores. El objetivo, no definido con rigor de ningún tipo, era evitar que las frustraciones propias del accidentado proceso histórico nacional, nos alcanzara debilitando el sentido de la historia, la esperanza de un mundo más justo e igualitario.Nos criticábamos a nosotros mismos, por lo que dejamos de hacer, por no haber desempeñado un rol diferente, por haber sido permisivos, por habernos vuelto un poco conservadores. En ese “areópago” de facultos se hablaba de todo y se criticaba todo, no había vacas sagradas, se cantaba, se declamaba, se hacían chistes, se acababa con medio mundo.

Una noche, una persona muy querida, en medio de un planteamiento filosófico, exclamó: ¿por qué no nos mudamos de planeta? Alguien respondió de inmediato: por la sencilla razón de que no hay en nuestro sistema solar ningún planeta que tenga las condiciones requeridas para ser habitado por humanos, e ignoramos en la galaxia, cuál planeta distante nos podría ofrecer asilo, ya que sería inalcanzable con los medios tecnológicos actuales, determinar su hospedaje climático.

Fue entonces cuando otro de los contertulios expresó, que sin embargo podíamos fugarnos pasando a otro tiempo a través de una ventana dimensional, lo cual sería una aventura importante, ya que podríamos llegar al pasado que escogiéramos o al futuro que sería una sorpresa. Siguió diciendo nuestro proponente, que en las montañas cercanas a Alto Bandera en Constanza, había un lugar misterioso, al que nadie suele acercarse, llamado “sabana sin provecho” o “valle encantado”, que es una puerta dimensional hacia el pasado, que allí se han desaparecido animales y algunos campesinos de la región, y que allí se extravió el escritor venezolano Rufino Blanco Fombona a finales de los años 20 del siglo pasado.

De inmediato la idea de la fuga dimensional cobró vida, aquel grupo parecía haberse transformado, parecíamos niños jugando con la fantasía más hermosa. A partir de ese momento empezó el laborantismo en función de trabajar para preparar la fuga, buscaríamos un período de la historia sin convulsiones, casi paradisíaco, llegaríamos a ese tiempo como visitantes del futuro, con toda la experiencia acumulada para vivir de acuerdo a ciertas normas culturales y sociales. Nos quedaba la duda, de si acaso, podíamos intervenir en el pasado alterando sus acontecimientos ya pasados, lo cual era un contrasentido, porque podríamos en ese caso modificar nuestra propia evolución. Un experto nos dijo que no tendríamos problemas, porque la puerta dimensional abre múltiples escenarios del pasado, y se puede vivir en el pasado nuevas historias, confinadas al pretérito de manera infinita, porque la vida era un conjunto de juegos existenciales paralelos que no tenían la lógica ni la racionalidad humanas, en los cuales nada se perdía ni desaparecía.

Otro amigo se apareció una noche con un físico y matemático, quien nos explicó la posibilidad de viajar en el tiempo, desmenuzó la teoría de Einstein, diciendo que si lográbamos viajar a la velocidad de la luz, podíamos entrar en cualquier tiempo, y que él pensaba que la ventana dimensional de las lomas de Constanza, era sólo una de las siete u ocho en todo el planeta, una especie de agujero negro que nos transportaba a esferas de tiempo cautivo. Empezaron a llegar testimonios de labriegos de Constanza confirmando las extrañas desapariciones. Un entrañable amigo mío, que era el mejor conocedor de las montañas y colinas, y además tenía la colección de ámbar más completa de la isla, me dijo que era cierto, que en ese lugar, había una ventana dimensional al pasado, mientras en el valle de la Culata, al otro extremo, había una puerta al futuro, relatándome sus experiencias en ese sentido.

Todo estaba listo para partir a ese encuentro con lo desconocido. Uno de los convidados se apareció con una larga y gruesa soga. Cuando le pedimos explicaciones, nos dijo que teníamos que amarrarnos fuertemente, para que, cuando pasáramos a la otra dimensión no nos separáramos, y eventualmente pudiésemos regresar, por si no nos iba bien por allá. Una compañera llegó con su almohada, y dijo que no podía viajar al pasado si no la llevaba porque no podía dormir sin ella, que estaba acostumbrada.

Fue entonces cuando Rafael Flores Estrella, muy circunspecto, nos dijo: señores, yo me llevaré mi pistola, uno no sabe nunca nada, no sabemos con qué nos vamos a encontrar. Todo el mundo empezó a tomarse en serio el viaje al pasado. Recuerdo cuando el Ing. George Valdez, nos mostró un aparato para medir la energía y los cambios de temperatura, que llevaríamos hacia el valle encantado. En esos tiempos, el destacamento militar de Alto Banderas, pedía una carta autorizada, un permiso que debía otorgar, Interior y Policía, así como la Secretaría de las Fuerzas Armadas, para dejarnos pasar a nuestro encuentro con el misterio. La respuesta fue decepcionante. Se nos negó el permiso, sin dar explicaciones. Había muchos nombres conocidos en la lista que suministramos. Eran tiempos de luchas y resistencias en el campo y la ciudad. Mucho después, en una entrevista que sostuve sobre temas literarios con el presidente Balaguer, le relaté a éste la historia y me quejé de su negativa a autorizar nuestra aventura. Me dijo, riéndose a mandíbula batiente, que por qué no fuimos a decirles el objetivo de ese paseo, que él hubiese dado la autorización de inmediato, pero que él pensó, por la gente que estaba en la lista, que se trataba de otra cosa, peligrosa para la seguridad del Estado. Al morir, Rafael Flores Estrella, ese ángel vengador, como lo definió un diario nacional, quise dar a conocer otra faceta humana de este amigo, de su corazón de niño urdidor de magias y aquelarres en el bosque de la quimera y la utopía.

Por:Tony Raful


Fuente: http://www.listindiario.com

0 comentarios

Leave a Reply