Cuenta la Biblia que Dios se le apareció a Salomón en sueños y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. Entonces, Salomón le dijo: “Dame un espíritu atento para gobernar bien tu pueblo y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque sino, cómo podría gobernar este pueblo tan grande”. A Dios le gustó que pidiera esto y entonces le dijo: “No has pedido para ti una larga vida, ni riquezas, ni la muerte para tus enemigos, sino que has pedido inteligencia para gobernar con rectitud.Te concedo por eso lo que pides y te doy sabiduría e inteligencia como nadie la tuvo antes ni la tendrá después. Y además te doy lo que no has pedido, riquezas y glorias tales que, mientras vivas, no habrá rey alguno como tú”.
Cuando las iglesias Católica y Evangélica se interesan por el desarrollo de los pueblos como el nuestro, centran sus objetivos básicamente en buscar la eliminación del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo. Lo que implica la creación de alternativas de liberación para las gentes en condiciones de equidad. Es por esa razón que la Carta Pastoral del Episcopado Dominicano publicada en 1997 en Jarabacoa, apunta que la grandeza de una nación no está simplemente en su riqueza, sino también y muy especialmente en la justa y equitativa distribución de ella.
El Santo padre Benedicto XVI fue muy certero cuando afirmó en una ocasión que combatir la pobreza es construir la paz.
Es evidente que en República Dominicana el desarrollo y el combate a la pobreza no pueden comenzar por la construcción de un metro que en su primera etapa demandó para su ejecución más de 30 mil millones pesos.
Esto, en un país donde existe un déficit de aulas para la docencia de casi 100 mil unidades, con más del 60 por ciento de ellas sin agua potable ni sanitarios adecuados, donde el 16 por ciento de sus habitantes vive en casas con pisos de tierra, el 65 por ciento de los hogares tiene retretes y el 45 por ciento no tiene agua potable, donde 27 de cada cien habitantes se acuestan con hambre, 12 de cada cien son analfabetos, donde el desempleo entre jóvenes de 18 a 24 años es de 30.9 por ciento, y que, según el Foro Económico Mundial en su Informe 2009-2010, ocupa el lugar 137 entre 139 países evaluados con relación a la calidad de la educación y, tiene el quinto peor servicio de energía eléctrica del mundo y el último en América Latina.
Sin embargo, en el pasado reciente muchos países latinoamericanos sí han obtenido logros válidos y tangibles en relación a los Indices de Desarrollo Humano (IDH) de sus respectivos pueblos. Es el caso de la Argentina de los Kirchner, quienes tomaron el poder luego de la grave crisis financiera denominada El Corralito de los años 2001 y 2002. En el 2003, cuando toma posesión Néstor Kirchner, el nivel de desempleo era de 20.4 por ciento, pero es de un 7.6 por ciento en el 2010, momento en que gobierna su esposa Cristina, hoy viuda Kirchner. Además, en sus gobiernos se han duplicado las exportaciones.
Alan García, presidente del Perú, esta vez convertido en administrador responsable a sus 61 años, también puede exhibir logros significativos en el ámbito socioeconómico. Según el Banco Mundial, la pobreza en ese país ha disminuido del 54 al 35 por ciento en los últimos diez años (período de Alejandro Toledo y Alan García). Actualmente, las inversiones florecen y las exportaciones subieron en un 35 por ciento durante los primeros ocho meses de este año 2010, según apunta el FMI. En el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), el progreso también es evidente. Se disminuyó el desempleo de 10.5 por ciento a 6.9, el analfabetismo de 11.9 a 9.6 por ciento. Cuando Lula asumió la presidencia había en ese país 49 millones de pobres y actualmente hay 29.
La Bolivia de Juan Evo Morales, un presidente elegido en enero del 2006 que ni siquiera es bachiller, en pocos años logró colocarse entre los países alfabetizados de América Latina. Similar en ese orden es el caso de Ecuador, país también alfabetizado, con Rafael Correa Delgado en la presidencia desde enero del 2007. Pero, no se pueden soslayar los logros en Colombia del ex presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), quien con el desmantelamiento sistemático de las FARC y el combate frontal al narcotráfico, le devolvió mayor seguridad a los habitantes de ese país.
Sería injusto pasar por alto los logros de los cuatro años de gobierno de Michelle Bachelet en Chile, quien entregó el poder en marzo de este año con un índice de popularidad de 84.1. Esta proverbial mujer en su gestión de gobierno logró aumentar significativamente las exportaciones, disminuyó substancialmente la deuda pública, aumento la empleomanía, mantuvo la economía chilena en constante superávit, y logró colocar a ese país entre los primeros en el mundo en materia de igualdad de géneros.
Como hemos observado, esos presidentes latinoamericanos diseñaron sus respectivas gestiones de gobierno en consonancia con los Objetivos del Milenio y con un aprovechamiento inteligente del crecimiento del PIB. En nuestro país, en cambio, de alta prioridad solo ha sido la construcción inoportuna de un metro, con altísimo costo y muy pobres resultados, un proyecto sacado de las mangas que no fue propuesto en ningún programa de gobierno. De esa manera, e invirtiendo miles de millones de pesos para ganar elecciones, quienes nos gobiernan festejan el apagón del progreso, bailan al ritmo de la opulencia y cantan alegremente “e pa’ lante que vamos”.
Comenzar a hacer las cosas bien en nuestro país es impostergable. Llegó el momento del cumplimiento de la leyes, del gobierno responsable, de asignar un 4% del PIB a Educación y de meter preso a quienes de los bolsillos del pueblo sacan los pesos. República Dominicana requiere con sentido de urgencia de un gran timonel, un gerente, un líder de muñeca fuerte que piense más en esta y las futuras generaciones que en las próximas elecciones. El país necesita que gobierne un estadista que conecte con pasión su visión, misión, energía y voluntad con las más legítimas aspiraciones del pueblo. Y ese hombre es Miguel Vargas Maldonado.
Por: Ing. Samuel De Moya G.
samueldemoya@hotmail.com
Cuando las iglesias Católica y Evangélica se interesan por el desarrollo de los pueblos como el nuestro, centran sus objetivos básicamente en buscar la eliminación del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo. Lo que implica la creación de alternativas de liberación para las gentes en condiciones de equidad. Es por esa razón que la Carta Pastoral del Episcopado Dominicano publicada en 1997 en Jarabacoa, apunta que la grandeza de una nación no está simplemente en su riqueza, sino también y muy especialmente en la justa y equitativa distribución de ella.
El Santo padre Benedicto XVI fue muy certero cuando afirmó en una ocasión que combatir la pobreza es construir la paz.
Es evidente que en República Dominicana el desarrollo y el combate a la pobreza no pueden comenzar por la construcción de un metro que en su primera etapa demandó para su ejecución más de 30 mil millones pesos.
Esto, en un país donde existe un déficit de aulas para la docencia de casi 100 mil unidades, con más del 60 por ciento de ellas sin agua potable ni sanitarios adecuados, donde el 16 por ciento de sus habitantes vive en casas con pisos de tierra, el 65 por ciento de los hogares tiene retretes y el 45 por ciento no tiene agua potable, donde 27 de cada cien habitantes se acuestan con hambre, 12 de cada cien son analfabetos, donde el desempleo entre jóvenes de 18 a 24 años es de 30.9 por ciento, y que, según el Foro Económico Mundial en su Informe 2009-2010, ocupa el lugar 137 entre 139 países evaluados con relación a la calidad de la educación y, tiene el quinto peor servicio de energía eléctrica del mundo y el último en América Latina.
Sin embargo, en el pasado reciente muchos países latinoamericanos sí han obtenido logros válidos y tangibles en relación a los Indices de Desarrollo Humano (IDH) de sus respectivos pueblos. Es el caso de la Argentina de los Kirchner, quienes tomaron el poder luego de la grave crisis financiera denominada El Corralito de los años 2001 y 2002. En el 2003, cuando toma posesión Néstor Kirchner, el nivel de desempleo era de 20.4 por ciento, pero es de un 7.6 por ciento en el 2010, momento en que gobierna su esposa Cristina, hoy viuda Kirchner. Además, en sus gobiernos se han duplicado las exportaciones.
Alan García, presidente del Perú, esta vez convertido en administrador responsable a sus 61 años, también puede exhibir logros significativos en el ámbito socioeconómico. Según el Banco Mundial, la pobreza en ese país ha disminuido del 54 al 35 por ciento en los últimos diez años (período de Alejandro Toledo y Alan García). Actualmente, las inversiones florecen y las exportaciones subieron en un 35 por ciento durante los primeros ocho meses de este año 2010, según apunta el FMI. En el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), el progreso también es evidente. Se disminuyó el desempleo de 10.5 por ciento a 6.9, el analfabetismo de 11.9 a 9.6 por ciento. Cuando Lula asumió la presidencia había en ese país 49 millones de pobres y actualmente hay 29.
La Bolivia de Juan Evo Morales, un presidente elegido en enero del 2006 que ni siquiera es bachiller, en pocos años logró colocarse entre los países alfabetizados de América Latina. Similar en ese orden es el caso de Ecuador, país también alfabetizado, con Rafael Correa Delgado en la presidencia desde enero del 2007. Pero, no se pueden soslayar los logros en Colombia del ex presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), quien con el desmantelamiento sistemático de las FARC y el combate frontal al narcotráfico, le devolvió mayor seguridad a los habitantes de ese país.
Sería injusto pasar por alto los logros de los cuatro años de gobierno de Michelle Bachelet en Chile, quien entregó el poder en marzo de este año con un índice de popularidad de 84.1. Esta proverbial mujer en su gestión de gobierno logró aumentar significativamente las exportaciones, disminuyó substancialmente la deuda pública, aumento la empleomanía, mantuvo la economía chilena en constante superávit, y logró colocar a ese país entre los primeros en el mundo en materia de igualdad de géneros.
Como hemos observado, esos presidentes latinoamericanos diseñaron sus respectivas gestiones de gobierno en consonancia con los Objetivos del Milenio y con un aprovechamiento inteligente del crecimiento del PIB. En nuestro país, en cambio, de alta prioridad solo ha sido la construcción inoportuna de un metro, con altísimo costo y muy pobres resultados, un proyecto sacado de las mangas que no fue propuesto en ningún programa de gobierno. De esa manera, e invirtiendo miles de millones de pesos para ganar elecciones, quienes nos gobiernan festejan el apagón del progreso, bailan al ritmo de la opulencia y cantan alegremente “e pa’ lante que vamos”.
Comenzar a hacer las cosas bien en nuestro país es impostergable. Llegó el momento del cumplimiento de la leyes, del gobierno responsable, de asignar un 4% del PIB a Educación y de meter preso a quienes de los bolsillos del pueblo sacan los pesos. República Dominicana requiere con sentido de urgencia de un gran timonel, un gerente, un líder de muñeca fuerte que piense más en esta y las futuras generaciones que en las próximas elecciones. El país necesita que gobierne un estadista que conecte con pasión su visión, misión, energía y voluntad con las más legítimas aspiraciones del pueblo. Y ese hombre es Miguel Vargas Maldonado.
Por: Ing. Samuel De Moya G.
samueldemoya@hotmail.com