Ahora sólo falta que se apruebe una ley para disminuir el papel del Ministerio de Educación a una dependencia de la Presidencia o de la oficina que construye el metro, para colocar las cosas en su justo orden. Con todo y lo que todavía se escucha sobre las virtudes de un buen sistema de enseñanza a nivel oficial, nunca antes esa área de las obligaciones públicas había sido tan menospreciada. No bastó con negarle año tras año de una parte importante del presupuesto que la ley establece, es decir un 4% del Producto Interno Bruto, para poder asignarle más recursos al metro, sino que ahora, en la aprobación por el Congreso del presupuesto para el 2012 se le prestado oídos sordos a una gran parte de la sociedad que reclama por una mayor atención al sector, para garantizarle al pueblo una educación de calidad en el futuro.
Pocos dominicanos creen ya en los discursos sobre los beneficios de la educación. Y muchos menos tienen aún esperanzas de una acción oficial dirigida a eliminar las graves deficiencias de una escuela pública en franco deterioro, con carencias de aulas, pupitres, pizarrones y libros. La verdad es que esta generación de políticos aprendió las más ventajosas lecciones del pasado que nosotros, los incautos, creíamos superadas. Esta gente sabe bien, y lo demuestra cada día, que los temas de la educación y la salud, lo mismo que los del medio ambiente, no dejan beneficios políticos y mucho menos materiales. Lo que en el campo de la educación se alcanza es a muy largo plazo y ninguno de ellos tiene paciencia ni virtud para entregarse a esa tarea.
En cambio, el metro lo podrá ver todo el mundo y la memoria de este país es muy frágil, como ya ha quedado en evidencia con los que han podido regresar después de una primera experiencia infeliz. De manera que "todo para el metro", cuatro años más y después hablamos, como dijera Don Hipólito, a quien ya muchos añoran.
Por: Miguel Guerrero.
Fuente: www.acento.com.do