Admiración y respeto

Admiración y respeto son dos palabras que algunos hallan sin buscar, y otros muchos buscan sin hallar. Dos palabras que engrandecen, pero que también envilecen. Dos palabras que pudieran emparejarse con honra y honor, pero también con orgullo e idolatría. Bienaventurado aquel que se mantiene en sus cabales cuando llega a ser digno de ambas.


¿Cómo mantenernos íntegros cuando logramos admiración y respeto, al menos ante una persona? ¿Cómo mantener los pies sobre la tierra? Poniéndonos dos pesas en las piernas, que nos impidan salir disparados como globos. Esas “pesas” pueden ser dos personas de opinión imparcial, que no se dejen sorprender mucho; versos bíblicos como Romanos 12:3 y Proverbios 6:17; o para los más experimentaditos, un recordatorio de la experiencia cuando se te subieron los humos a la cabeza y te colocaron aún por debajo de donde estabas antes de crecerte.

Dios conoce tan bien al ser humano, y sabe cómo se nos “infla el pecho” cuando nos dicen dos palabritas halagadoras, que dice en Isaías 5:15 “… y serán bajados los ojos de los altivos”, porque quizás no digamos o hagamos nada “al público”, pero nuestros ojos demuestran ese orgullo y vanidad del “¡Qué buen@ soy en...!”.

Si sientes admiración y respeto hacia alguna persona, no lo endioses, ni lo pongas en un pedestal, porque es un humano igual que tú, pero con algunas habilidades que tú no has desarrollado o practicado. Si eres admirado y respetado, cuídate de no caer en el “gancho” de la soberbia, arrogancia, orgullo, vanidad y/o altivez de espíritu, porque Dios se especializa en hacernos caer a tierra cuando llegamos ahí, como a Nabucodonosor y al mismo profeta David. 

Proverbios 16:5
Abominación es a Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune.


Autor: David A. Guerrero S.

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